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Tengo pocas amigas, realmente pocas. Esto antes no era así, pero es algo que ya me advirtió mi madre que pasaría. Con ninguna hablo todos los días. Con alguna incluso puedo estar sin hablar una o dos semanas. A veces tener un círculo tan sumamente pequeño me hace sentir realmente mal. A veces ese círculo parece un punto.

Me da pena no ser la Hernand de Compton o la Victoria de Carolina.

Tengo muchas personas de esas que están entre amigas y conocidas. No pueden ser amigas porque sabes que tienen amigas más amigas que tú pero compartes vivencias y chascarrillos que ni por asomo compartirías con una simple conocida. A una conocida no le mandaría una postal ni le felicitaría el año nuevo. No sé cómo llamarlas. Hay gente que se refiere a esta gente como «amigas». Es un poco trampa, ¡así cualquiera tiene un millón de amigos! Déjame decirte que estás muy equivocada, amiga.

Me da rabia no saber cómo hablar de ellas. Mientras escribo esto me vienen a la cabeza un par de personas, a las que me encantaría considerar amigas pero sé que no lo somos. No sé de su vida más que el resto y no sé si alguna vez me invitará a comer a su casa o si nos iríamos de viaje juntas. Tampoco me parece justo considerarla conocida porque noto algo más y hasta nos hemos enviado postales. Debería ser capaz de inventarme ahora mismo un nombre. ¡Vamos, para eso has estudiado Publicidad! Algo que diga que somos casi amigas y más de conocidas, pero que no sea amigocida porque suena a producto de limpieza altamente eficaz contra los virus y bacterias.

Y yo pensando que lo difícil era ponerle nombre a esto tan bonito.

El otro día estaba escuchando un podcast sobre la amistad que me ayudó a verbalizar esos procesos por los que había o estaba pasando. Hablaban de las amistades que se rompen, que terminan como un divorcio porque ocurre algo grave que supone un punto y final (en mi caso creo que no he tenido nada parecido). También de las amistades en las que no pasaba nada y que precisamente por eso se iban diluyendo. A mí éstas me encogen el corazoncito un poco. Estoy saliendo de algo así. Saliendo, ella drogainómana. Estoy asumiéndolo, que no es fácil. Asumiendo que nunca jamás de los jamases seremos las amigas que éramos y lo peor de todo es que nos estamos convirtiendo en conocidas. No es una ruptura pero creo que duele más porque ninguna de las partes sabe que la están dejando. Mi círculo mas cercano me repite que pase página pero es un tunelcito oscuro por el que no quiero pasar. En este tipo de amistades reina la típica conversación que solo se basa en intentar vernos sabiendo que vernos no arreglará nada. En el fondo está bien. No pasa nada. Y eso es lo que pasa.

Nada más triste que tus amigas se vuelvan conocidas.

No es la primera vez que tengo que recorrer este camino lleno de caca emocional. Me salen en Instagram mis, ahora, conocidas y veo sus fotos, me hace feliz ver su vida, sus decisiones, las familias que forman… Y me dan ganas de escribirles para decirles que seamos amigas otra vez. No en plan animal rastrero escoria de la vida sino más bien de buen rollo en plan Alex Ubago susurrando: me muero por suplicarte que no te vayas, mi vida. Lamentable. Afortunadamente sé que esto no funciona así y me evito hacer el ridículo de vez en cuando.

Noto cierta pesadumbre en tu rostro lector y eso que he mencionado a la gran Paquita la del barrio. Afortunadamente tengo pocas amigas pero son increíbles. De esas que te hacen un abrazo de piña colada cuando lloras con la cara llena de purpurina porque hace 4 días estabas embarazada y ya no, las que te llaman Pauli y hacen que te atragantes comiendo sushi cada 27 de diciembre recordando que cada sábado entrábamos a Gurú con llaves de coche prestadas en la mano para intentar no parecer que teníamos 17 años. Las que te acarician el brazo en los vuelos de vuelta a casa para que consigas dormir. De esas que que no saben hace cuántos años nos conocemos pero que si le preguntan dirá que de toda la vida. Las que te cuentan el gran secreto de su vida sabiendo que conmigo estará a salvo.

No sé si leerá esto alguna conocida, pseudoamiga, amiga diluida o amiga-cadáver pero en cualquier caso, gracias por leer hasta aquí y lo siento si te has visto en alguna palabra. Normalmente soy yo la amiga que se equivoca.

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