Un mes más.

Un mes más entro a Google para buscar (otra vez) los primeros síntomas. Repaso la lista por si tengo alguno. Pienso que alguno sí, aunque no mucho. Recuerdo si algún día de la semana pasada estuve demasiado cansada. Pero no creo. Si hubiese estado demasiado cansada hubiese buscado antes esta lista. Pincho en otro link buscando nuevas pistas que inequívocamente me confirmen que efectivamente ahora sí que sí estás embarazada… de exactamente un día. Un mes más me busco en cada línea como si no supiese lo que ha sido estar embarazada.

Un mes más me pido sushi para cenar el último domingo del ciclo para entrar con ganas en la semana pero, sobre todo (por no decir que lo primero es mentira), para despedirme por si, por fin, no me baja la regla. Un mes más que me harto de fuet mientras pongo a hervir, otra vez, la puta copa menstrual.

Un mes más haciendo cuentas de cuándo sería el nacimiento (si todo va bien o simplemente, si todo va) y pienso que voy a pasar mucho más calor del que me gustaría pero respondo mentalmente que valdrá la pena. Un mes más recalculando ruta.

Un mes más poniendo excusas. Que si el destino, el momento o el estrés. Un mes más pensando que igual no se folló lo suficiente. O sí pero no a la hora adecuada. O sí pero no en la mejor postura. O sí pero igual no era el momento. O sí pero estoy demasiado estresada. Un mes más intentando pensar que no pasa nada. Que no me agobio, que no me importa. Que soy feliz así.

Un mes más me baja la regla y lloro en el Cercanías de camino a casa notando las bragas manchadas. Luego se me pasa si me compro un donut glaseado y mi señor me coge de la mano fuerte.

Un mes más, quizás solo es eso.